ECONOMÍA CRÍTICA (RESEÑA)
Eduardo Garzón. Desmontando los mitos económicos de la derecha. Guía para que no te la den con queso. Barcelona: Península, 2017, 286 pp.
Por Manuel Cuipa Chancahuaña
Resumen
Es un ensayo económico que plantea alternativas críticas contra la hegemonía académica liberales que se enseñan en las facultades de economía a nivel global, también estas se aplican como recetas de política-económica en los Estados y gobiernos. Este paradigma económico "convencional" está propiamente al servicio del "status quo" capitalista con pretensiones de "ciencia" —casi de orden natural y no como ciencia social— y axiomas incuestionables.
Nuestro autor, economista de formación por la Universidad de Málaga y la Complutense de Madrid (España), hace un "ajuste de cuentas" con su pasado orientación académica de impronta convencionales. Este es un texto de debates y combates contra los mitos más usuales que la derecha económica utiliza en la agenda mediática (opinión pública), orientación política-económica de los gobiernos y adoctrinamiento académico en las facultades económicas (universidades). Cuestión que los mismos economistas e intelectuales de izquierdas lo asumen como "verdaderas" o están atrapados en el engaño, conformismo y la confusión. Los respectivos 8 capítulos esclarecedores del libro son contra:
1. Mitos sobre los conceptos de economía y de mercado.
2. Mitos sobre el dinero.
3. Mitos sobre el déficit público y la deuda pública.
4. Mitos sobre la inflación.
5. Mitos sobre el crecimiento económico.
6. Mitos de lo público y lo privado.
7. Mitos sobre el trabajo.
8. Mitos sobre las pensiones.
Eduardo Garzón no es solo divulgador de la económica crítica sino de la sustentación de la Economía Crítica. Sus aportes, debates y difusión actuales se pueden verificarse en su blog "Saque de esquina", también en su canal YouTube: Econocrítica. Desde luego, para cuestionar todo el entramado del paradigma económico liberales recoge lo mejor de las corrientes económicas "no convencionales": desde los análisis marxistas, las corrientes poskeynesianas y las innovadoras visiones de la Teoría Monetaria Moderna; pero siempre, desde su exégesis crítica, aporte e interpretación propios.
Se podría decir que este texto es una especie de “crítica inmanente” contra el enfoque económico liberal (entendido esta crítica como método dialéctico de Hegel): Una crítica inmanente es una crítica que no se hace —en este caso— desde algún principio ni receta económicas "a priori", tampoco desde una postura que esté ajeno o fuera de lo que se está criticando; en otras palabras, no es una crítica externa, sino un cuestionamiento aplicado este criterio a la misma economía capitalista. La crítica inmanente surge de la misma sociedad capitalista, de sus mismas contradicciones conceptuales y empíricas que las sostienen.
La crítica inmanente en la economía crítica de Eduardo Garzón nos revela entonces esas falacias, mitos y paradojas de la teoría económica liberales. Entre los autores que enriquecen y re-visitan sus reflexiones están Karl Marx, Warren Mosler, Karl Polanyi, John Maynard Keynes, John Kenneth Galbraith, José Luis Sampedro, José Manuel Naredo, Joan Robinson, Hyman Minsky, Eric Tymoigne, Ha-Joon Chang y entre otros.
1. Combatiendo los mitos sobre los conceptos de economía y de mercado
¿Qué es la economía? Normalmente cuando se responde a esta pregunta el sentido común de las personas lo asocian o piensan en los billetes, en números, en empresas, en la bolsa de valores y en los gráficos econométricos. Si bien estos son parte de la economía, pero no es del todo. La economía va mucho más allá, desde cocinar y comer en casa forma parte de lo que debemos entender por economía, independientemente de que se cobre o no por ello. También forma parte de la economía el cuidado de las personas y cuidado del medio ambiente. La economía es transversal a casi todas las dimensiones de nuestra vida que nos afecta a través de multitudes vías y formas diferentes: nuestro empleo, nuestros ingresos, nuestros impuestos, nuestra educación, nuestra salud... Los aspectos vinculados a la producción, distribución y consumo están siempre integrados dentro de las formas de pensar la sociedad en su conjunto. La economía es más que intercambio de mercancías, es más que vender y comprar cosas (como nos la quieren hacer creer los liberales y neoliberales).
"La economía es una ciencia social" como sostiene el economista peruano Adolfo Figueroa [1], así lo asume también Eduardo Garzón. La economía como ciencia social, no una ciencia natural. Porque los elementos de las ciencias naturales responden en sus resultados y experimentos a leyes universales, casi fijas y repetitivas, a diferencia de las ciencias sociales (economía) responden a multitud de variables: la movilidad social, fenómenos políticos y los flujos de poder. Por lo tanto, para cada problema económico no solo existe una única solución, sino existen tantas soluciones dependiendo quiénes abordan los problemas. Tradicional y académicamente "la ciencia económica es utilizada como herramienta por los poderosos para condicionar e influir en el mundo que vivimos, evidentemente a favor de sus intereses" (p. 26).
Bajo premisa de paradigmas (teorías y modelos incuestionables) de enfoque neoclásicos se impone, aunque no importa que el paradigma económico no explique bien la realidad, tampoco proponga soluciones a las problemáticas económicas actuales, sino que responda a favor de los intereses de los poderosos. Eso es lo que importa y eso es lo que también se impone en los centros de enseñanza de la ciencia económica "convencional".
Asimismo, el autor afirma que la economía está íntimamente relacionada con la política, o la "economía política", expresión que data desde 1615 cuando Antoine Montchrestien utilizó por primera vez. Además, la economía es un ámbito circunscrito al entorno social (sociedad) y que este depende del entorno natural (naturaleza, medio ambiente). Por consiguiente, Garzón observa que desde enfoque liberales: los clásicos centrados en el ciclo productivo se han olvidado del entorno natural. Y los neoclásicos centrados en el paradigma del mercado se han olvidado del entorno social.
Dentro de las corrientes de teoría económica modernas (convencionales) se pueden clasificar desde qué función o enfoques se defienden. Es decir, si es en función a la "demanda" o la "oferta". Así tenemos economistas de la oferta que son los defensores en función de los productores (las empresas), están ligados al enfoque liberal y neoliberal, donde pregonan: la economía funciona bien si las empresas son capaces de producir bienes y servicios para la venta e intercambio. Y, por otra parte tenemos los economistas de la demanda, son los defensores en función de los consumidores (las familias), están ligados al enfoque y legado del keynesianismo, que sostienen: que da igual bien o mal que las empresas produzcan bienes y servicios, pero si los potenciales compradores (familias) no tienen poder adquisitivo las ventas no tendrán lugar.
¿Qué es el mercado? Según la economía convencional (liberal/neoliberal) el mercado sería como orden natural si solo se diese libertad a los agentes económicos, por cierto una "libertad" reducido al simple hecho de vender y comprar. Sin embargo, para nuestro autor, siguiendo a Karl Polanyi, el mercado es una creación social (creación humana). Ningún elemento o institución de carácter económico es "natural". Precisamente el mercado (o los mercados) es creación del Estado: desde las normas legales, la propiedad privada, estandarización de las unidades de medida, medios de pago, etc. Es decir, todo el marco jurídico, legal y regulatorios no lo establecen Dios ni la naturaleza sino las autoridades públicas dotadas legalmente de poder (el Estado).
Considerar que el mercado sea anterior a cualquier institución humana es un disparate absoluto. Ejemplo claro y distinto a los mecanismos del mercado (capitalista) fue la Unión Soviética (1922-1991), donde su producción, distribución y consumo fue ajeno a los flujos del mercado neoliberal. Entonces, cualquier tipo de mercado es una creación humana de acuerdo a la organización, los procesos sociales y contextos históricos. Por lo tanto el mercado no es una ley natural ni esencialismo económico inamovible o fija como predican los liberales: ideas arraigadas pese a los desastres económicos y crisis sistémicos de los años 1929 y el 2008.
Asimismo, el "libre mercado" no es más que un oxímoron. Porque el mercado es y está regulado desde su creación. Lo que sucede es que pueden haber mercados que están diseñados a defender a los más indefensos y otros mercados diseñados a defender a los poderosos (para que estos tengan libertad de imponerse y aprovecharse de los más indefensos). Este último tipo de diseño es lo que los liberales llaman "libre mercado", sin explicar que la configuración económica depende de los flujos de poder: un gobernante tiene más poder que un ciudadano, un empresario tiene más poder que un asalariado, y en ese juego e intercambio de poder las transacciones no se producen en igualdad de condiciones.
Entonces, el llamado "libre mercado" para los liberales es siempre la libertad de los suyos y de los que más detentan el poder. Los liberales saben que defienden a los que tienen poder o para no perder su poder y a los poderosos, bajo una "libertad" vacía y arbitraria para los indefensos. Porque cuanto más libertad tienen los poderosos mayores son los abusos que cometen. También es falso que los liberales quieran reducir el Estado o acabar con él, lo que realmente quieren es llegar al poder del Estado y desde esa instancia regular o desregular (gobernar) para sus intereses. Por más liberales que se declaren siempre utilizan al Estado en los "salvatajes bancarios" conocidos como los "rescates financieros" cuando la crisis golpean a sus fortunas, así aparecen multimillonarias ayudas públicas destinadas a rescatar a las grandes empresas y bancos privados. Dicho esto, el Estado debe ser entendido como el núcleo del poder legal que no es una institución positiva ni negativa en sí misma. Por el contrario, el Estado (con relación al mercado y la economía) se debe entenderse como una herramienta a qué causas sirven, y a qué objetivos se enfocan: o si es para mantener los privilegios de los poderosos de siempre o es para cambiar el "statu quo" a favor del bienestar general.
2. Desmontando los mitos sobre el dinero
¿Qué es el dinero? Según los liberales el dinero es un instrumento de transacción y por lo tanto el dinero es creación o hijo del mercado. Cosa que no es cierto, como vemos en el capítulo anterior el marcado es creación humana, el dinero también es creación del hombre (de la sociedad, del Estado). En sentido estricto para el autor, el dinero es una unidad de medida (medio de pago). ¿Qué mide? Mide los compromisos adquiridos de una o varias personas, plasmadas en la realidad (sociedades o estados) bajo números en billetes, monedas, cuentas bancarias, cheques, etc. Hay que entender desde su origen el dinero no se ha creado solamente para transacciones comerciales (como rezan los liberales), sino para medir deudas, compromisos y obligaciones, según demuestra desde la antropología David Graeber [2].
Entonces, vemos que el dinero no se origina a causa ni consecuencia exclusiva del mercado, para tal demostración es pertinente la siguiente pregunta. ¿Quién crea el dinero? La respuesta exacta lo dió el economista de renombre Hyman Minsky: “Todo el mundo puede crear el dinero, el problema reside en que sea aceptado por otras personas”. Es decir, yo como persona natural puedo crear dinero (medio de pago o unidad de medida de mis compromisos adquiridos) en una panadería o una librería conocidos con solo mi palabra: "dame 2 soles de pan (sol es dinero peruano) y mañana te pago" o "dame este libro que me interesa y en una semana te cancelo", pero podré "crear dinero" en este caso "a cambio de mi palabra" (2 soles de pan o 1 libro) sólo en establecimientos de mi entera confianza y conocidos, jamás en ajenas y desconocidos a mi, de allí que todo el mundo puede crear dinero (siguiendo a Minsky), pero el problema radica en que no sea aceptado por todos. De hecho los casinos crean dinero (con sus fichas), las discotecas (con sus entradas), los organizadores de conciertos de música o funciones de cine crean dinero, las famosas actividades de "pollada" en el Perú crean dinero (con tarjetas de pollada), los bancos privados crean dinero cuando dan créditos (tarjetas, préstamos). El problema —como dice Hyman Minsky— es que "no son aceptados por todos", sino en un círculo reducido que pueden controlar y en tiempo limitados. Para resolver este problema de las limitaciones, lo legal, la confianza, control, tiempo y espacio sobre el dinero está el Estado, y en buena medida los bancos privados (siempre bajo el respaldo del Estado).
Entonces tenemos el dinero creado por el Estado a través de los bancos centrales, en el Perú es el Banco Central de Reserva (BCR), como dinero oficial de mayor monopolio incluso de violencia legal (caso de impuestos y otras obligaciones a cumplir bajo penalidades). Por otra parte tenemos el dinero creado por los bancos como dinero extraoficial (por cierto es un privilegio que tienen solo los bancos a diferencia de un casino o una panadería que no tienen esa facultad). Veamos el caso del dinero oficial. Ejemplo, en España el dinero de confianza y transacción dentro de su territorio sería el euro, en Perú es el sol. Así las autoridades monetarias e instituciones oficiales de cada Estado o conjunto de estados regulan su control, valor y funcionamiento del dinero. Por ejemplo otro caso es el del Bretton Woods de 1944-1971, dinero convertido en dólares bajo dictámenes de las Naciones Unidas. En resumen, el dinero es creación humana y desiciones políticas desde el monopolio legal de los Estados o conjunto de estados. Por cierto el sistema monetario mundial experimentó un cambio a partir de 1971 (se dejaron de utilizar el patrón oro y dejaron los Estados espaldar su dinero oficial en dólares). El problema es que muchos economistas liberales siguen utilizando esquemas del sistema monetario antiguo que ya son obsoletas para el análisis actual.
3. Desmontando los mitos sobre el déficit público y deuda pública
Para entender este capítulo debemos saber de qué modo el Estado inyecta el dinero en la economía. Pues lo hace a través de dos formas: autoridades públicas (con respaldo del Banco Central) otorgan a los bancos privados para que utilicen el dinero oficial como base para dar créditos a familias y empresas. Y la otra inyección del dinero en la economía es directamente a través del gasto público (mejor si es "déficit público" como veremos más adelante). Entonces, para que el sector privado tenga dinero es imprescindible que el sector público (Estado) inyecte dinero en la economía. Ahora bien, la teoría económica hegemónicas y convencionales su tesis es esta: "para que haya gasto del Estado de algún sitio tendrá que sacar el dinero, por ejemplo pidiendo préstamo o endeudándose" esto es el discurso liberal más conocido para desestabilizar la capacidad del gasto estatal, cuando veremos que no tiene sentido acatar ni tampoco es una verdad absoluta.
Recordemos que es el Estado quién crea el dinero con competencia de "soberanía monetaria", por lo tanto, para que el Estado pueda ingresar y recaudar dinero primero el Estado debe gastar. Aquí hay un ejemplo ilustrativo del economista Warren Mosler en una visita a Pompeya cuando el guía turístico señalando unas monedas del Imperio romano explicó: esto era el dinero que el Imperio tenía que recaudar de los ciudadanos romanos para poder gastarlo en la construcción de acueductos, en guerras y otros gastos públicos. Al cual el economista norteamericano preguntó: “¿Y de dónde salían esas monedas?”. El guía respondía: “Las creaba la autoridad del Imperio romano que tenía esa competencia”. Mosler replicó: “Entonces, si el Imperio romano creaba monedas, ¿por qué has dicho que para llevar a cabo políticas de gasto tenía que recaudar de los ciudadanos romanos? En todo caso primero tendría que crear las monedas, luego ponerlas a disposición de la gente a través de alguna política de gasto, y finalmente recaudarlas. Pero no puedes recaudar algo que no existe, porque no has creado todavía”. El guía turístico se quedó pensativo (algo que ahora todos debemos pensar siguiendo a Mosler).
Hay Estados que tienen competencia para crear su dinero oficial, se le denomina "soberanía monetaria" caso como Estados Unidos, Reino Unido, Japón, China..., pueden crear el dinero que les apetezca sin necesidad de recaudar o endeudarse antes. También hay Estados que no tienen soberanía monetaria para crear dinero oficial como España, Alemania, Grecia o Francia, porque el dinero que utilizan es el euro creado por el Banco Central Europeo, estos países para poder gastar primero tendrán que recaudar o endeudarse; similar caso sucede con los países que son dependientes del dinero oficial de otro país, ejemplo Ecuador, El Salvador, Panamá... (dolarizados o dependientes del dólar). He ahí la importancia de una soberanía monetaria de los países latinoamericanos como Perú frente a los dictámenes supranacionales (neoliberales) que nos causa dominación y dependencia económica como son el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y entre otros.
¿Qué es el déficit público? En cualquier Estado soberano o no de su dinero, registrar déficit fiscal es equivalente a inyectar nuevo dinero en la economía, es registrar gasto total. El gasto total de una economía se da en tres entidades distintas: gasto de las familias y empresas, gasto proveniente del exterior y gasto público. Respondiendo la pregunta, la cantidad de dinero que gasta el Estado es mayor de la que ingresa eso es lo que se denomina “déficit público” que significa que se está inyectando nuevo dinero en la economía. Si en cambio la cantidad que gasta el Estado es menor de la que ingresa, lo que se denomina “superávit público” significa que se está retirando dinero de la economía. En nuestras economías se utilizan fundamentalmente dos tipos de dinero: el oficial y el bancario (extraoficial). El dinero oficial es inyectado en la economía cuando el Estado gasta más de lo que ingresa; el dinero bancario es inyectado en la economía a través de créditos bancarios a familias y empresas, pero en última instancia siempre respaldado por el dinero oficial (Banco Central). En consecuencia, todo dinero que se utiliza en nuestras economías tiene su origen en el ámbito de las autoridades públicas (el Estado). Según la teoría económica convencional de corte liberal es negativo el déficit público. Vemos que esto no es técnica ni científicamente cierto, sino una desición política y un proyecto ideológico de los defensores de la austeridad pública (neoliberales).
¿Qué es la deuda pública? La deuda pública es la acumulación de déficit públicos y estos están indicando que se ha inyectado dinero en la economía a través del gasto público. Es decir, la deuda pública nos indica la cantidad acumulada del dinero oficial que se ha inyectado en la economía mediante el gasto público. En los Estados que tienen posibilidad o competencia de crear su propio dinero —“soberanía monetaria"— no tienen necesidad de endeudarse en su dinero porque el mismo es quien crea tanto como quiere. Ejemplo es el Reino Unido con su dinero Libras Esterlinas, estas no salieron de la nada ni de la "generación espontánea" natural sino de las políticas económicas de un Estado (Reino Unido).
Ahora bien, nos surge la siguiente pregunta pertinente, ¿por qué los Estados soberanos también se endeudan? Según William Mitchell es por costumbre que se mantenía hasta 1971 cuando se respaldaba el dinero de los Estados en patrón oro o en dólares. Lo mismo la venta de bonos públicos no es más que un vestigio del sistema monetario internacional que se regía antes de 1971. Lo cierto es que ninguno de los Estados soberanos tiene la necesidad de emitir bonos. Y es absurdo creer que los Estados con soberanía monetaria puedan ser insolventes (un agente insolvente es aquel que no puede pagar sus deudas). Un ejemplo al caso, en el 2016 Donald Trump declaraba: “Tú nunca tienes que ser insolvente porque creas dinero” refiriéndose a su país como un Estado solvente y con soberanía monetaria.
A contracorriente de la teoría liberal, Garzón afirma: la deuda pública de un Estado con soberanía monetaria o no, puede ser reducido registrando déficit público. Contrario lo que en la literatura liberal se sostiene, que la capacidad de pago de cada Estado depende del tamaño de su economía y el tamaño de las economías se mide con el Producto Bruto Interno (PBI). ¿Qué es el PBI? Según la teoría convencional el PBI se define como “valor monetario de todos los bienes y servicios producidos por un país en un periodo determinado” ; sin embargo, nuestro autor enfatiza que el PBI no es tanto lo que se produce sino "lo que se vende una vez producido”. Es decir, el PBI mide toda las compraventas que se produce en un territorio. Y, toda compraventa implica de manera obligatoria dos partes: la vendedora y la compradora. La compradora gasta y la vendedora ingresa. Todo lo que gasta un agente económico lo ingresa el otro, no hay otra posibilidad ni tampoco el dinero desaparece en la transacción. De allí dos formas de medir el PBI: centrado en los gastos y centrado en los ingresos. Razón que el PBI es igual a la suma de todos los gastos, que es a su vez igual a la suma de todos los ingresos. PBI = Gastos = Ingresos.
Cuánto más se gasta (déficit público) mayor será el PBI. O sea, los déficit públicos de los Estados incrementan el gasto total de una economía, aumentando así los ingresos del sector privado y estimulando la actividad económica total (PBI incluido). De hecho aquí hay un contraste con la regla liberal que pregona que siempre debe haber superávit público y un máximo de déficit público del 3% para la eurozona, por ejemplo. Pero ests receta es un invento arbitrario, así lo reconoce en el 2012 Guy Abeille, funcionario del Ministerio de Finanzas de Francia: “Nosotros decidimos esta cifra en menos de una hora. Fue escrita en la esquina de una mesa sin ninguna reflexión teórica. Fue una noche de mayo de 1981. [...] Mitterrand quería una regla; nosotros se la dimos (3% máximo déficit público)”. Y el otro problema de los liberales sobre el déficit público es pretender controlarlo, esto sería según Garzón una falacia de "falsa analogía" entre controlar una empresa o familia que es distinto "controlar" la administración pública. Un ejemplo paradigmático de ese "descontrol" de déficit público es Japón que tiene una deuda pública de 250% sobre su PBI, es la deuda más elevada del planeta y con 20 años de déficit público superiores al 5%. (Al tacho la regla de austeridad pública, 3% de déficit público o que el déficit público es el "fin del mundo", etcétera). Así en ese rango de Japón están también los países potencias como Reino Unido, Australia, Estados Unidos, Canadá y otros. Por lo tanto, no hay una relación directa que el déficit público sea negativo "per se", más por el contrario el déficit público y la deuda pública son herramientas de política económica, y las herramientas pueden usarse para hacer cosas positivas o negativas. De allí que los economistas de prestigio asociados en la Teoría Monetaria Moderna reclaman para los países de la eurozona más gasto público, aunque ello conlleve elevados niveles de déficit público. La clave es entender que el déficit público es una herramienta política.
4. Desmontando los mitos sobre la inflación
Según la teoría liberal predominante es muy típico escuchar los siguientes mitos: “crear dinero provoca inflación”, “el dinero pierde valor”, "aumentan los precios”. Afirmaciones como verdades absolutas, sin ninguna explicación ni demostración. Acompañadas con un conocido ejemplo del economista neoclásico Milton Friedman: A una localidad llega un helicóptero que comienza a tirar billetes sin parar y todos los habitantes recogen de forma que incrementan su capacidad adquisitiva. Por lo tanto, razona el neoliberal Friedman: “Si la gente tiene más dinero que antes, podrá permitirse pagar más por cada cosa”. Y, esto extendido en toda la localidad tendrá resultado el incremento de la inflación. ¿Y qué es una inflación? Es un aumento generalizado del nivel de precios. Es decir, crear dinero aumentaría en general el nivel de los precios de manera automática, universal y unilateral en un territorio. ¿Y quién crea el dinero? Hemos visto que es el Estado y los bancos privados (siempre con respaldo público). Este axioma sagrado de los economistas liberales de no crear dinero porque causa inflación apunta desde ya contra el Estado y su soberanía monetaria (y no contra los bancos privados). Así la creencia profunda dentro de la academia económica predominante es de niveles religiosos, como diría Joan Robinson: "La economía (marginalista/neoclásica) es una rama de la teología” [3]. Así de dogmática y monolítica es el canon liberal en sus propuestas, no porque sea una contrastación empírica sino una desición política parcializada y un proyecto ideológico que satisface sus intereses particulares o privados. Esto es el asunto de fondo sobre la inflación, también.
Eduardo Garzón emplaza su análisis crítico y argumentativo contra esos mitos "académicos" sobre la inflación —que según los liberales— sería porque solo el Estado crea mucho dinero y esto es causante de la inflación (aumento generalizado de los precios). Recordemos el precio de un producto es la suma del costo de producción más el margen de beneficio que el vendedor obtiene. Y el precio de los productos quien sube o mantiene son los agentes económicos ofertantes (vendedores). Ojo con esto, porque pueden haber también inflaciones sin que no haya ninguna creación del de dinero del Estado (por desición de los mismos vendedores y otros factores). Veremos aquí varios puntos sobre la inflación que no se cumplen con los postulados monetaristas y unilaterales de Milton Friedman y otros neoliberales.
Primero. Hay un sesgo de análisis contra el Estado. Los liberales y neoliberales siguiendo a Friedman solo se oponen a la creación del dinero dado por el Estado como generadora de la inflación, pero no se oponen a la creación del diner de los bancos privados que ejecutan mediante los préstamos. Tampoco consideran que puede haber masa monetaria por creación de otros agentes económicos ajenos al Estado. Por ejemplo, la inversión extranjera en un país o territorio; lo mismo, el dinero que proviene por el ingreso del sector turismo. Similar caso no se considera el dinero que envían las familias (remesas del exterior) y tampoco se toma en cuenta el dinero que ingresa por las exportaciones, etcétera. Entonces, es contradictorio culpar exclusivamente al Estado (dinero creado por ella) como causante de la inflación, pero exculpar sobre la inflación al dinero que crean los agentes económicos privados y externos. Es contradictorio y arbitrario, además falso. Dado que la inflación no es solamente porque hay volumen del dinero, sino hay otras variables que inciden.
Segundo. Existe una "información asimétrica" en la economía. Por lo que ningún vendedor tiene la absoluta certeza de información de cuánto masa de dinero hay dentro de un país para que pueda subir los precios. En este instante, ¿alguien nos puede decir el dato exacto de cuánto de dinero hay en el Perú? ¿Y cuánto de dinero circulará en el país dentro de una hora? Ninguno nos puede dar la respuesta, ni los propios bancos centrales tienen el reporte exacto de cuánta masa monetaria hay en el país, porque sus informes son mensuales y semestrales. Si en caso hipotético su reporte fuese a diario o a cada hora, tampoco se podría saber cuánto de moneda se perdió en una caída al alcantarillado, cuánto de billete se perdió por combustión, etc. De estos casos no hay un control e información precisa de las propias autoridades monetarias y menos de los vendedores. Por lo tanto, es casi imposible que los vendedores sepan exactamente cuánto de volumen de dinero hay en una región para así subir el nivel general de los precio de sus productos que ofrecen (y causar inflación). Cosa que la inflación no es únicamente por exceso de dinero creado por el Estado (o los privados), también repercuten otros fenómenos.
Tercero. Los precios establecen los vendedores e "imponen" los monopolios y oligopolios. En el Perú tenemos esta experiencia varias, cuando en el gobierno de Alan García (1985-1990) la inflación era galopante, fue porque este se atrevió estatizar los bancos, a lo que los grupos poderosos nacionales conjuntamente con los agentes económicos supranacionales hicieron un boicot económico contra el gobierno de entonces. Los monopolios y los oligopolios organizados tienen el control concertado de precios y el chantaje de hacer fracasar a los gobiernos que tengan acciones desfavorables a los intereses de ese gran poder. La intervención económica en el Estado del poder de facto empresarial (monopolios y oligopolios) está ampliamente sustentadas en los trabajos del sociólogo peruano Francisco Durand [4].
Asimismo, en nuestro país hay una organización poderosa de los empresarios peruanos asociados en la CONFIEP, es esta influye y extorsiona "económicamente" a cads gobierno de turno a favor de sus intereses; también en cada elecciones generales (electorales) asusta en sus medios de comunicación con el fantasma del "estatismo", "chavismo", "nacionalismo", "comunismo", "populismo", etc. Así dan pautas ideológicas, por qué candidato presidencial se debe votar y por quién no. Un activismo político de los empresarios con capacidad de causar crisis política e inflación económica (subir los precios de forma general y concertada) desde su aparato organizacional monopolística y así desestabilizar a políticos y gobiernos que no encajan en sus planes. Por supuesto, satanizar al Estado y gritar a cuatro vientos: “¡Privatización de todo lo estatal!”.
Recientemente, cuando un ciudadano de origen campesino llegó al gobierno nacional con voto popular, democrático y legítimo (nos referimos a Pedro Castillo), las organizaciones empresariales arriba señaladas, los políticos de derecha, economistas liberales y periodistas afines hicieron un cargamontón nunca antes visto hasta dar un golpe de Estado desde el Congreso (llamaron "golpe Constitucional"). Aunque sus razones de fondo para destituir a Castillo fue porque este no obedecía a seguir el "piloto automático" neoliberal. A causa de este golpe hubo un estallido social en el sur andino del Perú hasta llegar a la capital (Lima) con un saldo de más de 80 vidas perdidas y miles de heridos en las protestas sociales (mayoría de muertos fueron campesinos, quechuas y aymaras). Hasta ahora todavía nadie es culpable de esas muertes. La justicia peruana pareciera que tiene su sello de clase y "raza", y así reina la impunidad en nuestro país como desde los tiempos de la invasión española: "el mejor indio es el indio muerto". Esto nos confirma que la política no es ajeno a la economía y la economía no es neutral a la política
En este contexto peruano también hubo la declaración infeliz de un empresario y político conservador limeño Rafael López Aliaga (alcalde de Lima) referente a la economía: que el tipo de cambio (del sol a dólar) subiera. El dólar se triplicara, como castigo y escarmiento contra los pobres que votaban por Pedro Castillo. Y este mismo empresario en plaza pública a gente multitudinaria gritaba con aires de criminal mediato: “¡Muerte a Castillo, muerte a Cerrón!”.
Estos son datos concretos y corroborados de cómo los grupos empresariales influyen creando las crisis políticas e inflaciones económicas (más aún si son carteles de monopolio y oligopolios que controlan el mercado): como subir los precios de las cosas o el tipo de cambio como escarmiento contra los que menos tienen y contra gobiernos díscolos para sus intereses. Es un hecho recurrente en el Perú. Lo vimos también en el contexto del COVID-19; donde las empresas farmacéuticas elevaron los precios a niveles inigualables por los pobres. Los precios aquí, no se elevaron porque el gobierno de turno haya creado masa monetaria en exceso sino por desición de los propias empresas farmacéuticas (empresas) en desmedro de las familias (consumidores). Asimismo, en el Perú es muy arraigado que un puñado de grupos económicos minoritarios controlan el mercado completo: monopolios y oligopolios privados con poquísima competencia. Así cuatro familias controlan la prensa nacional, lo mismo sucede con los bancos, los fondos de pensiones (AFP), las farmacéuticas, las industrias alimentarias y hasta las cerveceras están en manos de una élite (monopolio) y grupos concertados (oligopolios). Esto nos trae a colación lo que Garzón menciona en su libro, el cómo la economía mundial (también en la peruana) está al servicio de una minoría, citando a Deborah Hardoom: “Una economía al servicio del 1%” [5].
Cuarto. La estrategia y competencia de los vendedores. En una economía de alta competencia (no dominio de monopolios y oligopolios) veremos que los vendedores la tienen difícil de subir los precios. Hay como tres modalidades que utilizarán para vender sus productos: la estrategia de venta, la diferenciación de productos y el descuento de ventas. 1. La estrategia de venta se refiere a que los precios de los productos sean menores a los precios de los productos que venden las otras empresas competidoras. 2. La diferenciación de productos se aplica a presentar el producto como único o difícil de conseguir. 3. El descuento de ventas se dice a los productos que están en el almacén sin mucha demanda entonces se le hace la rebaja de precios al comprador. Sin embargo, todas estás estrategias de venta están sometidos a la competencia. La competencia es la fuerza del mercado muy importante que empuja a los precios a la baja. Los vendedores (empresas) que están sometidos a la alta competencia, difícilmente pueden aumentar los precios a sus productos y servicios, ya que al hacerlo corren el riesgo de perder sus clientes frente a la competencia.
Eduardo Garzón enfatiza al respecto que el problema esencial del enfoque monetarista es que presupone que todos los negocios están a pleno rendimiento (todas las máquinas funcionando, todos los empleados trabajando, todos los productos del almacén vendidos, etc.). Caso que no es así, excepto en el mundo mágico de los monetaristas, porque en el mundo real los restaurantes no están a rebasar en todo momento, los hoteles no están ocupadas todas sus habitaciones a diario, las fábricas de automóviles no están vendiendo sus coches, las tiendas de ropa no están llenas a cualquier hora, no hay colas interminables en los supermercados, etcétera. Más por el contrario los vendedores (empresas) se las ingenian cómo engatusar a sus clientes mediante todo tipo de estrategias de venta, las infinidades de "marketing", las publicidades llamativas, atractivos ofertas de paga dos y lleva tres (2x3), descuentos por campaña y otros sinnúmero de estrategias de venta y ofertas. Por lo que es difícil que las empresas suban los precios de sus productos manera súbita, general e inmediata. Eso no sucede si están dentro de una alta competencia (sin predominio de oligopolios y monopolios), porque sería muy contraproducente subir los precios y menos causar una inflación (como afirman los monetaristas siguiendo a Friedman). Por más dinero creado por el Estado que haya en un territorio, los vendedores luchan más bien por la fidelidad y el consumo de sus clientes utilizando diversos estrategias, esto es así constante en una economía de mayor competencia.
Quinto. La hiperinflación no es por el dinero creado. En la historia económica y según los datos, la hiperinflación causadas no fueron precisamente por el dinero creado por el Estado (Banco Central) sino otros variables, por ejemplo una guerra bélica, desastres naturales (sequía, terremotos, tsunamis), golpes de Estado, escasez de energías y de recursos no renovables, entre otros. Según el informe —citado en el libro— del Instituto Cato, institución totalmente opuesto a enfoques de izquierda, señala que de los 56 casos de hiperinflación en el mundo ni una sola inflación galopante fue ocasionado por el Banco Central (creacion del dinero por el Estado). Más bien el Estado en momentos de crisis inflacionarios tiene la capacidad de actuar y corregir la situación. ¿Cómo corregir? Incrementando los impuestos y reduciendo así la capacidad adquisitiva de las familias y empresas. El problema es que el enfoque monetarista (neoliberal) es ortodoxamente antiestatal, porque hay un interés profundo que el Estado no debe crear dinero, sino solamente deben crear los bancos privados y agentes económicos externos, allí radica su gran negocio, su poder privado y por ende su defensa económica de Milton Friedman y seguidores.
5. Combatiendo los mitos sobre el crecimiento económico
Para entender este capítulo es pertinente recordar, el sistema económico que rige en la actualidad es el capitalismo. Y una economía capitalista está conformada por tres agentes: las personas que son propietarios o dueños de los medios de producción (capitalistas), los que laboran para esos dueños o asalariados que venden su fuerza y conocimiento de trabajo a los capitalistas (trabajadores) y el mercado en competencia. Entonces el crecimiento económico en términos convencionales es que el PBI (Producto Bruto Interno) debe estar en cifras altas. Y el PBI en una economía se mide en términos monetarios como supuesto bienestar general. Veremos más adelante que esto es un mito más común que la derecha económica utiliza en su discurso, porque se centra el crecimiento económico solo en términos monetarios claudicando otros factores que también generan bienestar, por ejemplo lo cultural, social, académico, ambiental, emocional... Sin embargo, sin caer en el discurso de la izquierda "decrecentista", será necesario hacernos algunas preguntas: ¿el crecimiento del PBI a qué costo ambiental y laboral? ¿Crecimiento económico de quién o quiénes?, ¿acaso el crecimiento de todos o de un puñado de privados? ¿Hay un reparto equitativo de ese "crecimiento"? ¿Por qué el crecimiento económico convive con la exclusión social y clases sociales cada vez más en desigualdades? Estas y otras interrogantes tratará de responder nuestro autor en este capítulo.
Como mencionamos en primera parte, en una economía capitalista quien mueve la palanca económica (crecimiento económico, empleo y riqueza) es el capitalista. La sociedad entonces está a su merced del capitalista, si invierte o no dependerá si hay crecimiento, empleo y riqueza en un territorio. Y para que el capitalista invierta tiene que haber un requisito de lucro: su margen de ganancia tiene que ser mayor a lo que invierte. Si sus cifras lucrativas se proyectan en positivo invertirán y moverán la palanca de la economía, y si no le parece conveniente no lo hará, por lo tanto tampoco habrá generación de empleo y riqueza. Es decir, el crecimiento económico (PBI superávit) en otras palabras es el crecimiento exclusivo (en mayor grado) del lucro y bienestar del capitalista (solo como un "chorreo" secundario el bienestar de los asalariados).
Es decir, en una economía capitalista la sociedad entera está atado de manos y pies a la regalada gana de los capitalistas (si estos invierten o no dependerá si se genera empleo y riqueza). Y sólo invertirán cuando le es conveniente duplicar o triplicar su ganancia particular (lucro privado) y esa ganancia particular o privado medido en términos monetarios en la dinámica económica se le conoce como el crecimiento económico. El PBI próspero y óptimo. ¿Óptimo y próspero en mayor grado de quién o quiénes? De los sectores privados (capitalistas) que tienen el sartén por el mango en una economía capitalista, porque depende de ellos si crece o no la economía (PBI), y ese crecer de la economía está basado en la ganancia del capitalista (del gran capital). Si no hay ganancia no habrá inversión y no habrá palanca que mueva la economía. ¿Cómo es posible en una sociedad "democrática" tengamos que depender de la tiranía de la inversión privada y de la santa gana de los capitalistas que deciden el bienestar o desgracia de la mayoría social? He ahí lo concreto de la tiranía del modelo neoliberal y el sistema capitalista, razón que sus beneficiarios más directos defienden sus intereses incluso con sangre, muerte y dictadura como fueron Pinochet en Chile o Fujimori en Perú. Allí la trampa y falacia de la teoría económica convencional con aires de academicismo ("científicas") que se adoctrinan en las facultades de economía al servicio de los grupos dominantes: una especie de "economistas" mercenarios e intelectuales al servicio del amo. Pareciera el economista liberal es una profesión que se adapta al mejor postor, pero sin evaluar sus imposturas mercenarias.
La lógica capitalista centrado en el bienestar de una minoría, para producir empleo y riqueza se centra en el beneficio particular y no en la necesidad de la sociedad en general. Por eso el PBI gordo o el crecimiento económico no mide la calidad de educación, la calidad laboral, el bienestar emocional, la calidad de atención de salud y tantos otros factores del bienestar de la gente. El PBI no mide si el servicio de salud y educación públicas a cuánta gente lo mejora su bienestar, porque estes servicios públicos no están dentro de la lógica capitalista; por eso no entra en la cifra del PBI. Y el PBI en una economía capitalista como es medido monetariamente le importa un bledo si las actividades ilícitas como el tráfico de personas, drogas y armas aumentan el PBI directa o directamente. La cuestión es que valga para el lucro de los beneficiarios, aunque estas actividades sean ilegales o dañinos.
¿Y por qué el PBI (crecimiento económico) convive con la pobreza y extrema pobreza? Esto es lo más contradictorio. Y cómo el PBI en cifras altas también convive con la precariedad laboral. El PBI óptimo convive con la contaminación medioambiental. En síntesis el PBI en alza o crecimiento económico convive con estos males sociales, laborales y medioambientales. Entonces habría que refutar la narrativa de la derecha económica que nos bombardea día y noche: que si no hay crecimiento económico es el "fin del mundo", eso no es verdad, porque el crecimiento económico presupone el crecimiento de los privados (grandes capitalistas) y ese crecimiento (lucro particular) no es necesariamente el bienestar general de la gente porque en pleno crecimiento la pobreza existe, la precariedad laboral existe y la brecha entre pobres y ricos es cada vez más abismales. El mito del crecimiento económico es por ahora la vaca sagrada de los economistas neoliberales, porque les conviene a ellos (asalariados o mercenarios del sistema) y a sus amos (capitalistas). Y en un sistema político-económico supuestamente "democrático" es tan contradictorio que la sociedad entera esté bajo la tiranía del capitalista: sociedad entera sometido al chantaje del privado y a los designios de unos mercachifles. Esto es el actual "statu quo" capitalista tan vitalicio y tiránico, nada democrático en lo economico, porque los privados controlan los medios de producción más estratégicos de un país mediante la privatización y concesiones amañadas. Y para democratizar la economía estos medios de producción y sectores económicos estratégicos (hidrocarburos, minería, telecomunicaciones, transporte, etcétera) deben estar en el poder y manejo económico del Estado. Esto es el debate de fondo sobre el crecimiento económico: o bien que beneficie en general a las necesidades de la gente y no solo el apetito de una élite minoritaria que extorsiona económicamente contra la sociedad entera.
Asimismo, el PBI gordo y el crecimiento económico en una economía capitalista sólo mide en términos monetarios el "bienestar" particular de los capitalistas en mayor grado y un ínfimo beneficio al resto de los actores; sin embargo, dejando de lado otros beneficios como la salud pública, la educación estatal, las pensiones, seguridad públicas, etc. que generan bienestar, calidad de vida y felicidad a la gente. Por eso en 1968 el senador norteamericano Robert Kennedy ponía en tela de juicio sobre el PBI y "crecimiento económico" con estas palabras vigentes para este siglo XXI: “El PBI no tiene en cuenta la salud de nuestros niños, la calidad de su educación o el gozo que experimentan cuando juegan. No incluye la belleza de nuestra poesía ni la fuerza de nuestros matrimonios, la inteligencia del debate público o la integridad de nuestros funcionarios. El PBI no mide nuestro coraje, ni nuestra sabiduría, ni la devoción a nuestro país. Lo mide todo en suma, salvo lo que hace que la vida merezca la vida” [6].
6. Desmontando los mitos de lo público y lo privado
Al respecto la economista Mariana Mazzucato en su libro "El Estado emprendedor: mitos del sector público frente al sector privado" (2014)
señala: “Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente, es deudora de la visión y apoyo del Estado: internet, el GPS, la pantalla táctil en incluso la voz del asistente Siri del "smartphone"' recibieron dinero del Estado”. Mazzucato en su amplia y prolija invistigación demuestra que las empresas e instituciones más prestigiosas como la NASA norteamericana, el PETROBRAS de Brasil (en el Perú sería un ejemplo la Universidad Nacional de Ingeniería - UNI) son eficientes, competentes y con un servicio de calidad gracias a la inversión pública. Y desde los inventos tecnológicos más relevantes hasta los más usuales, en el avance de la investigación científica son gracias al gasto públicos. Porque estas no responden a la lógica del lucro capitalista sino a las necesidades de la sociedad en constante innovación y desarrollo.
Sin embargo, desde la trinchera liberal (anti Estado) consideran que el sector público es un mal inversor y mal administrador. Mal en todo, en eficiencia y calidad, ensalzando así lo privado como superior en calidad, administración y eficiencia. Según los liberales ortodoxos: todo lo estatal debe privatizarse, pasar las empresas nacionales de propiedad social a propiedad privada de los capitalistas. Aunque veremos que esta tesis es lo más absurdo y arbitrario que no beneficia a la sociedad en general sino a un sector privado que responde a la lógica rentista.
Imaginemos que la educación, como la sanidad, la seguridad y justicia se privaticen, así como pregonan los liberales. ¿A quién va beneficiar realmente? Principalmente al sector privado y afectará a miles de personas pobres y los que menos pueden pagar por esos servicios. Ejemplo, una educación privada respondería a la demanda "quién paga más se educa y el que no puede pagar se queda en la ignorancia". La salud privada, igualmente, "quién paga más se cura de sus enfermedades y el no tiene posibilidades de pagar se muere". La justicia privada bajo esa lógica sería, "quien tiene plata sale libre de polvo y paja, aunque sea culpable", en el dicho peruano sería el consabido: "no hay justicia para el pobre". La seguridad privada no alcanzaría a los que que menos recursos tienen. Entonces allí vemos lo contradictorio y arbitrario sobre el supuesto calidad, eficiencia y eficacia de los sectores privados, que nada beneficia a la sociedad en común más por el contrario agrava la crisis de millones de personas. Es porque el sector privado, a diferencia del sector público, responde a los intereses más viles de una economía selectiva, rentista y clasista.
Esta tolerancia a la convivencia contraste entre de la opulencia con la extrema pobreza (en el Perú es marcadamente visible) pese a que las cifras del crecimiento económico (PBI) es alta. En nuestro país como dijo el historiador Jorge Basadre es constante "la prosperidad falaz" desde la época del guano, el salitre, la pesca, el "boom" de los minerales, petróleo y gas peruanos no han servido para el desarrollo integral del país sino por el contrario ha aumentado la brecha de clases sociales.
Asimismo, en Perú de hoy, como un ejemplo palpable los intereses de los privados en el sector de educación es tan escandaloso. Tenemos los intereses de tres empresarios y políticos: César Acuña de la universidad privada "César Vallejo", José Luna de la universidad privada "TELESUP" y Joaquín Ramírez de la universidad privada "Alas Peruanas" que desde el parlamento (Congreso) hacen leyes a favor de su negocio con la educación, evitando la regulación y supervisión en calidad, producción intelectual de sus estudiantes (como el fenecido ente fiscalizador del Estado: SUNEDU). Para estos empresarios de la mala educación privada les importa brindar un servicio de calidad y eficiencia a sus educandos, salvo los títulos al quién paga más la cuota. Así tenemos una fábrica de "profesionales" como perfectos "analfabetos funcionales" con títulos por doquier (maestrías y doctorados) sin ninguna solvencia académicas. Como estos casos y otros muchos en diferentes rubros, lo privado solo responde al lucro del empresario, a la demanda quién paga más y al negocio de la rentabilidad del capitalista, pero nada a la calidad, innovación ni eficiencia, tampoco al servicio de las necesidades de la sociedad en general y menos al desarrollo integral del ser humano.
Bill Gates declaraba con cierta honestidad al respecto: “El capitalismo hace que la investigación contra la calvicie reciba más fondos que acabar con la malaria” [7]. Por lo tanto, la lógica capitalista solo entiende de dinero y de beneficios, no de necesidades más importantes de la sociedad, no de calidad social, cultural y medioambiental. Y la presión de los privados (capitalistas) contra la administración pública es lograr la privatización, sea este directamente desde los gobiernos neoliberales o desde la presión y extorsión empresarial. Para tales fines de privatización de lo nacional, la estrategia que realizan son desde el desprestigio discursivo hasta quitar fondos de inversión a las empresas públicas para que así aparezcan como incompetentes, ineficientes y corruptas. Seguidamente venderlos o rematarlos: ¡privatizar! Esto es el negocio de los economistas y políticos liberales.
El mito de el Estado es un mal empresario es simplemente otro credo ideológico. Porque en términos concretos hay ejemplos de los Estados soberanos con mayor administración pública, eficientes y competitivos como son Rusia y China, estas nos confirman que gracias a los fondos de inversión pública su economía de países semifeudales y atrasados antes de las revoluciones sociales (Lenin y Mao Tse Tung, respectivamente) han pasado en pocas décadas de ser países atrasados y nada industrializadas a países altamente industrializados y desarrollados. China y Rusia son pruebas claras que con mayor intervención económica estatal, especie de NEP: economías planificadas con "adaptación particulares" como señala el economista Elías Jabbour [8]. Así hicieron de China actual, uno de los países más desarrollados: con tecnología avanzada, crecimiento económico al servicio de la gente, tecnología militar y política exterior de peso mundial. Es decir, son países potencias gracias a una economía estatal planificada, eficiente y competitivo. Entonces, aquí la refutación contundente contra axiomas privatistas de los economistas liberales contra el Estado.
7. Desmontando los mitos sobre el trabajo
Eduardo Garzón para abordar este tema nos recalca que debemos hacer la diferencia importante entre dos categorías: "trabajo" y "empleo". El trabajo no es lo mismo que empleo, veamos.
Trabajo es todo aquel esfuerzo físico o intelectual por parte de una o varias personas que redundan en algún tipo de beneficio, ya sea económico, social, cultural, ecológico o de otra naturaleza. En cambio, el empleo es todo aquel trabajo cuyo autor recibe una contraprestación monetaria por ella. Por ejemplo, el cuidado por parte de un padre a su hijo llevado en el hogar y sin ningún tipo de remuneración es trabajo, pero no empleo. Hoy en día, en nuestras sociedades se lleva a cabo muchísimo trabajo que no es remunerado y que por lo tanto no es empleo, normalmente en el ámbito del hogar y en el voluntariado: cuidado de niños, de adultos dependientes, de enfermeros, de ancianos, cobijo a personas y animales, entre otras actividades importantes para nuestra comunidad.
No obstante la economía convencional liberales invisibiliza y subestima este tipo de trabajos por el simple hecho que no se recibe remuneración. Entonces debemos saber, aunque haya desempleo no quiere decir que no haya trabajo. Incluso, para nuestra sociedad es mucho más útil y digno cuidar niños aunque no haya pago de por medio que tener trabajo (empleo) en una empresa que fabrica armas con un salario astronómico. Esta es la distinción fundamental entre el "trabajo" (aunque pudiera ser no remuneradas, pero dignas y valiosas) a diferencia del "empleo" incluso de alta paga, aunque sean nocivos para la vida y la sociedad. Saber diferenciar el "trabajo" del "empleo".
Ahora bien, el avance de la tecnología y nuevas máquinas sofisticadas en una sociedad capitalista no es precisamente para hacer mejor el tiempo ni la calidad de vida de los trabajadores sino paradójicamente para desplazarlo de su centro y ocupación laborales. Los avances de la robótica o la Inteligencia Artificial lejos de coadyuvar la mejora de calidad de vida de los trabajadores es como su competencia y futuro despido laborales. Esto sucede, no porque sea negativo en sí la tecnología sino porque esta responde a la lógica del capitalismo. El progreso tecnológico no es el que destruye los puestos de trabajo, sino su subordinación a la lógica del capital. El trabajo, el empleo y avance de la tecnología en una economía de dominancia capitalista está lejos de las mejores intenciones de Keynes: “¡Trabajar durante tres horas al día es suficiente para satisfacer al viejo Adán en la mayoría de nosotros". No porque sea imposible lograr esa mejora, sino por desiciones políticas e intereses mezquinos de la tiranía capitalista.
Asimismo, si analizamos sobre calidad del empleo, supuestamente en una sociedad democrática y en pleno siglo XXI es totalmente deficiente. Una precariedad laboral, con leyes en contra de los trabajadores (flexibilización laboral) y potestad legal de los empresarios en despedir a sus empleados. El fraude laboral desde el poder político es notorio. Donde los trabajadores asalariados cada vez tienen menos derechos y las asociaciones de sindicatos es combatido por las patronales sea de manera legal e ilegal (bajo coimas a dirigentes, corrupción a líderes sindicales). Y en ese clima de mal empleo y desempleo lo único que proponen los liberales y neoliberales es la utopía del "emprendedorismo". Es decir, ser tu propio jefe y mágicamente hacer tu propia empresa: "explotarse a si mismo" como diría el filósofo Byung-Chul Han. Cosa que no funciona a gran escala demográfica sino en casos muy reducidos de la población desempleada. Aunque puedas tener la mejor iniciativa emprendedora, pero si no hay demanda a lo que ofreces no habrá éxito. El mito del emprendedorismo es como tal un mito "engaña muchachos" a falta de soluciones generales a millones de parados y desempleados en el mundo, darle fórmulas económicas de "autoayuda".
Porque como decía Marx: "el ejército de reserva" (parados y desempleados) es más conveniente a los intereses del empleador (empresario, capitalista). La desigualdad social, la precariedad laboral y el desempleo son males necesarios y benéficos para que el sistema capitalista funcione. Esto es gran problema de este sistema. Por lo tanto, para acabar con el desempleo generalizado y la precariedad laboral que afecta a cualquier sociedad será necesario con las iniciativas en impulso económico públicos: administrando los sectores productivos estratégicos, velando trabajo digno, intervención del Estado en la vigilancia de los derechos del trabajador y en la generación de puestos de empleo, la industrialización del país, etc. Es desde la legitimidad del Estado que vendrán las mejoras sociales para todos y jamás desde la iniciativa privada. El debate de lo público y privado es entonces el debate económico más importante del siglo XXI.
8. Desmontando los mitos sobre las pensiones
En este capítulo final del libro, nuestro autor siguiendo el hilo conductor de sus ideas nos expone que las pensiones de seguridad social, no es porque falta el dinero sino falta la voluntad política. Las mil y excusas que narran los economistas liberales y empresarios interesados en este rubro son para desacreditar esos derechos de los trabajadores jubilados: hacer de los jubilados más pobres recortando sus derechos a través de políticas de "austeridad". La austeridad que significa recorte para los jubilados y ganancia para los privados.
La derecha económica utiliza el mismo libreto en la seguridad social: que el Estado deje encargarse de recaudar dinero de los jubilados a través de las cotizaciones sociales y que cada trabajador se administre el dinero que ingresa por su empleo. Esta narrativa es evidentemente para quitar el peso de la autoridad pública. Y así que los fondos privados ingresen a los monopolios y oligopolios, ellos que administren el dinero de los jubilados desde sus propias reglas privadas (arbitrarios).
Además, desde la vision privada en la seguridad social haya desigualdad o exclusión clasista para cada trabajador: los que cobran más estén bien y los que cobran menos sobrevivan en la miseria. Esta política de seguridad social de predominio privatista y política de austeridad rompe con el carácter solidario e intergeneracional del sistema público de pensiones. Sin embargo, esto no es por cuestión técnica sino de voluntades políticas y ambiciones particulares, como ya vimos toda la política-económica liberales (recetas del sistema capitalista) están diseñadas para servir al sector minoritario y poderoso de una clase social en desmedro de otros sectores sociales indefensas, aunque mayoritarias. Allí radica la paradoja neoliberal y aún la vigencia de Marx o la teoría marxistas y poskeynesianas, porque los teóricos y académicos liberales solo sostienen sus fundamentos en la arbitrariedad particular, el lucro de unos pocos y mitos económicos más contradictorios.
Finalmente, a manera personal, debo señalar que este texto del economista Eduardo Garzón nos ilustra con suficiente solvencia la crítica liberal y neoliberal. Toda la reseña recoge la mayoría de los argumentos, citas y datos del autor (solo añado algunos ejemplos de la realidad económica y política peruana). Asimismo, este texto es un ejercicio intelectual de Economía Política que refuta las principales dogmas de la "economía convencional" (liberales. Entonces, debemos tener en claro que la política no es ajeno a la economía y la economía no es neutral a la política. Este ejercicio académico y disidente proporcionará a los lectores del libro nuevas ideas, fuentes, herramientas, intuiciones e insumos críticos contra el sistema capitalista imperante —si tan solo estamos dispuestos a saber y entender atentamente sus tesis centrales del texto—. Compartimos al respecto, en el combate contra los economistas liberales y neoliberales lo que el epistemólogo Imre Lakatos sentencia: “La profesión de fe ciega en una teoría no es una virtud intelectual sino un crimen intelectual" [9]. Evidentemente, este libro va contra ese defecto intelectual, economistas de "profesión" y liberales ortodoxos de "fe ciega en una teoría". Contra ellos y sus mitos, aquí una lectura antídoto y asepsia críticas.
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Notas:
1. Adolfo Figueroa. Nuestro mundo social. Introducción a la ciencia económica (2008).
2. David Graeber. En deuda. Una historia alternativa de la economía (2014).
3. Joan Robinson. La economía, hoy (1976)
4. Francisco Durand, Jonh Crabtree y Jonas Wolf. Estado y poder empresarial en Bolivia, Ecuador y Perú. Un estudio comparativo (2024).
5. Deborah Hardoom, Sophia Ayele, Ricardo Fuentes-Nieva. Una economía al servicio del 1% (2016).
6. Zygmunt Bauman. El arte de la vida (2009).
7. Bill Gates. Discurso en Royal Academy of Engineering de Londres (14/03/2013).
8. Elías Jabbour, Alberto Gabriele. China: o socialismo do século XXI (2021).
9. Lakatos. Programas de investigación científica (1989).
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